Utopias que deben ser realidades frente al cambio educativo

Por una formación más humana, más cálida, más real y trascendente.
Felipe Andrés Criollo Córdoba[1]

Resumen:
El artículo es una reflexión en torno a las nuevas funciones y compresiones del docente en el contexto actual. Desarrolla los temas de la motivación, el aprendizaje significativo y compartido, las mediaciones y posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la tarea educativa, a la vez que, realiza una confrontación entre lo hecho y lo que hay que asumir hoy en el proceso pedagógico.

En la educación la motivación y el aprendizaje tienen una relación bidireccional donde la motivación tiene una planeación previa y sustenta cualquier proceso de aprendizaje. La motivación estimula la voluntad de aprender e induce a la acción, es decir, se aprende o no, por motivos. El docente, entonces, está invitado a promover motivos apropiados para despertarles a los discentes el interés tanto por sus espacios académicos como por la búsqueda activa de respuestas a sus propias inquietudes, de lo contrario su proceso pedagógico será monótono, aburrido y falto de elementos emocionales.

En la mayoría de los casos se desarrollan clases tan estructuradas desde los profesores donde se anuncia, sin consenso ni motivaciones compartidas, qué es lo que los estudiantes tienen que aprender y a qué ritmo, produciendo un aprendizaje y logros motivados extrínsecamente mediante la nota, fechas de entrega y supervisión. Por el contrario, la motivación intrínseca se manifiesta cada vez que la curiosidad y el interés energizan y dirigen el aprendizaje del estudiante. Las preguntas surgen ¿cómo cambiar? ¿Con qué recursos puedo contar? ¿Qué nuevas realidades asume el docente y el estudiante? ¿Qué alternativas ofrece la posmodernidad para encausarlas en una motivación continuada hacia el aprendizaje?

Frente a un nuevo y complejo contexto educativo donde se presentan varias dificultades, una de ellas promueve la reflexión en cuanto se desea pasar de un proceso tradicional de enseñanza a un proceso de aprendizaje significativo, cambio que no es exigencia netamente pedagógica sino pertinente a la realidad social de hoy. En una generación posmoderna toma vital relevancia, en el trabajo pedagógico, la motivación que es directamente relacional con el proceso de aprendizaje. Más aún cuando se tiene el reto de la formación integral.

El docente está llamado a recrear su quehacer pedagógico gestando alternativas que lleven a la fascinación por el conocimiento. Es ese sentido, la motivación estimula la voluntad de aprender y se convierte así en un factor de desarrollo permanente en el aprendizaje; tanto que el profesor debe desarrollar estrategias educativas que la promuevan. El docente en la actualidad cuenta con varias posibilidades para crear entornos educativos que pueden aumentar el deseo de aprender y el grado de retención a través de experiencias placenteras y emotivas.

“Deci, Swartz, Sheiman y Ryan (1981) encontraron que los profesores orientados hacia la autonomía suelen tener alumnos más intrínsecamente motivados (más curiosos, aceptan más retos, inician más intentos de establecer dominio) e informan de una mayor sensación de competencia percibida que los profesores más orientados hacia el control. Estas comprensiones suponen un serio desafío a la costumbre tan arraigada de usar motivadores extrínsecos para promocionar el aprendizaje y el logro de los estudiantes”[2].

Cuantas veces ha pasado que la motivación es grande al inicio pero que en el desarrollo del semestre ésta decae. Se opta por el facilismo, lo rápido y sin esfuerzo. Al empezar, hay una positiva motivación entre docente y estudiantes pero el proceso metodológico y hasta el administrativo en las instituciones prioriza lo tradicional y hace pasar a los involucrados a las motivaciones extrínsecas.

El entusiasmo del profesor, el clima que reina en la clase, las buenas relaciones entre los miembros, alumnos y profesor o entre los mismos alumnos, el gusto por acudir a clase, la referencia a lo real, los hechos y experiencias del alumno, el reconocimiento del esfuerzo, evitando la censura pero animando a la mejora; son actitudes por apropiar constantemente. También se debe contar con variación de estímulos que permitan que cuando haya menos interés se presente algo especial para mejorar la motivación, que no sea aparte del proceso formativo sino integrado. Pero ¿dónde encuentro ese “algo”? “La metodología didáctica y las nuevas tecnologías son suficientemente ricas en posibilidades como para que el profesor ponga en funcionamiento sus mecanismo de creatividad y pueda variar los estímulos, las actividades y las situaciones de aprendizaje con la frecuencia que cada alumno o grupo necesite”[3]

Entonces, una de las alternativas pedagógicas para promover el cambio es la actualización e integración de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) para contar con un modelo de enseñanza – aprendizaje más creativo, entretenido, interesante e innovador; lo que dará un papel al profesor más formativo y menos informativo en las materias que imparte. El uso adecuado de las NTIC en los procesos pedagógico permite crear metodologías más significativas y colaborativas (estrategias cognitivas, metacognitivas, de regulación de recursos[4] e interdisciplinarias) y con mayor autonomía por parte del estudiante.

El cambio implica enfrentar dos aspectos: el esquema tradicional de estudiantes y docentes, en el sentido de no aprender de una manera más original y fructífera que la tradicionalmente utilizada, y la de transformar el sentido primario y simple de la utilidad inmediata e intrascendente. Lograr desmontar esa dependencia alienante que ha generado la pedagogía tradicionalista entre el docente y el estudiante, invita a co-construir nuevos vínculos que fomenten la independencia del sujeto, de tal manera que se convierta en autogestor de su proceso de aprendizaje.

El docente debe ser conciente de la reducción de las secciones magistrales y el incremento de las actividades creativas y de aplicación del conocimiento por parte del estudiante, así como la socialización pública y el debate colectivo de las ideas y proyectos. Ser un maestro de la planeación, la motivación, el acompañamiento y la valoración, con el propósito siempre claro de que los estudiantes aprendan, al más alto nivel, con un compromiso de cara a la aplicación. Un objetivo o una actividad es significativa cuando significa algo para el estudiante, es decir, cuando se ve en ella una utilidad o cuando entretiene o divierte. Al decir de Jerome Bruner: “el primer objetivo de cualquier acto de aprendizaje, además del placer que puede causar es que ha servirnos para el futuro”.

Un gran ejemplo del docente-mediador que se necesita hoy es Jesús de Nazareth. “Un Maestro cautivante. Muchos corrían para oírlo, para ser instruidos por él. Era diferente de la mayoría de los demás maestros, iguales a los de la actualidad, que transmiten el conocimiento sin placer y desafío, transmiten el conocimiento listo, acabado y despersonalizado, o sea, sin comentar los dolores, frustraciones y aventuras que los pensadores vivieron mientras lo producían. Tal transmisión no estimula la inteligencia de los alumnos, no los sorprende, no los convierte en ingenieros de ideas.

Un buen maestro transmite el conocimiento con dedicación, mientras que un excelente maestro estimula el arte de pensar. Un excelente maestro pasa por la vida de los estudiantes provocando sed por aprender y desbloqueando la inteligencia”[5].

Existen hoy jóvenes en la universidad que no logran comprender textos, menos analizarlos, interpretarlos y aplicarlos; un problema en la inteligencia lingüística que afecta considerablemente sus aprendizajes. Como este caso y en toda la gama de procesos formativos el docente está comprometido para desarrollar estrategias eficaces de aprendizaje. “Es decir, para aprender significativamente, el estudiante debería saber qué hacer, cómo hacerlo, pero además desarrollar su metacognición para conocer cómo está actuando en cada situación y cómo corregir sus acciones si es necesario”[6].

“Un modelo educativo institucional con su propuesta pedagógico – didáctica y su enfoque curricular, concebido a partir de necesidades del entorno social en general y las exigencias del sector productivo en particular, debe estar centrado en el aprendizaje, que es la razón de ser de la educación. Es así como se nutre de realidad comunitaria y empresarial a la institución educativa, para convertirla mediante estos nexos creativos en verdadero centro del saber - y no en un simple “enseñadero” – del que surjan alternativas de futuro para contribuir a mejorar la calidad de vida de toda la población. En consecuencia, decir que el centro del proceso educativo es el estudiante resulta incompleto e impreciso, además de demagógico. Porque independientemente de que en la planeación, ejecución y evaluación del acto educativo haya que poner un mayor énfasis en el aprendizaje que en la enseñanza para romper así el viejo paradigma de la pedagogía tradicionalista dedicada casi que exclusivamente a enseñar, el estudiante no es el único que aprende. Aprenden también el docente, el personal administrativo, la institución en su conjunto, ya que ésta se convierte en una organización abierta al aprendizaje. Incluso, aprende de la misma comunidad mediante los eventos de proyección, extensión social e investigación”.[7]

Retos que ya no son utopías sino realidades que el docente debe asumir desde su vocación y compromiso con las nuevas generaciones; y que redunda en una formación más humana, más cálida, más real y trascendente. De lo contrario, haremos parte de ese grupo de docentes a los que se refiere Yolanda Reyes, columnista de El Tiempo: “A veces me siento como esos viejos maestros que llevaban, en una carpeta desteñida, el mismo programa y los mismos ejercicios para repetir año tras año. Mientras las guerras cambiaban fronteras y la gente se moría, parecían congelados en el tiempo y recitaban, inmutables lecciones que no servían para nada. No les creíamos, pero a ellos tampoco les importaba. Quizá se habían vuelto cínicos, a fuerza de ver, desde la ventana del salón, pasar la vieja historia patria de indiferencia y olvido. Tal vez nos convendría cambiar nuestro anticuado himno nacional por una canción de María Elena Walsh, que se hizo célebre gracias a esa película argentina de La historia oficial y que parece retratar nuestra idiosincrasia: en el país del no me acuerdo, doy tres pasitos y me pierdo”.

[1] Comunicador Social – Periodista. Docente del Dpto. de Humanidades de la Universidad Mariana.
Candidato al título de especialista en pedagogía de la virtualidad en la Universidad Católica del Norte

[2] REEVE, Johnmarshall. Motivación y Emoción. 1994
[3] OÑATE GÓMEZ, Carmen. Prfa. La importancia de la motivación en el aprendizaje universitario.
[4] RINAUDO, Cristina María. Motivación y uso de las estrategias en estudiantes universitarios.
[5] CURY, Augusto. El maestro de maestros.
[6] Ibid
[7] ARBOLEDA TORO, Néstor. A B C de la educación virtual y a distancia. UNESCO – Interponed. 2005

2 comentarios:

ESTOS TEMAS SI ESTAN CHEVERES. MUY BUENAS LAS REFLEXIONES FELIPE. TE FELICITO POR ESTE BLOG TAN INTERESANTE.

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